PSIC. GABRIELA OSORIO VILLASEÑOR WWW.PSICOTERAPIACATOLICA.COM 6 Y luego está él, el psicólogo más famoso del planeta que todo el mundo conoce, por muy profano que sea en la materia: se trata del padre del psicoanálisis Sigmund Freud, que era un ateo declarado, hasta el punto de que le dijo abiertamente a su colega Renè Laforgue que la religión, y la Iglesia católica en particular, era su mayor enemigo. La psicología se ha desarrollado a lo largo de los años sin reconocer nunca a los dos verdaderos padres de la disciplina: Aristóteles (siglo IV a.C.) y Santo Tomás de Aquino (siglo XIII d.C.). En la ciencia, en el mundo e incluso en la propia Iglesia, existe de hecho una tendencia general hacia un modernismo progresista que niega y rechaza cada vez más la tradición. Aristóteles, en su obra "Sobre el alma", se centra en su definición, analiza su naturaleza y describe su funcionamiento; la "psicofilosofía" de Aristóteles sería perfeccionada más tarde por la obra de Santo Tomás de Aquino, el primer verdadero autor de un manual de psicoterapia, la segunda parte de su "Suma Teológica", en la que afirma que el hombre es la unidad sustancial de alma y cuerpo, o "un espíritu encarnado" (como escribe el padre Ramón Lucas). En sus inicios, por tanto, la psicología comenzó siendo la "ciencia del alma". Por otra parte, etimológicamente los términos psicología y psicoterapia derivan del griego psyché (ψυχή) que significa espíritu, aliento, alma, y no 'mente física' o 'capacidad para determinadas funciones cerebrales' como a menudo se cree. Reapropiémonos pues de nuestros orígenes, sin renegar de la tradición: no sólo somos terapeutas y estudiosos de la mente, sino también.... redoble de tambores... ¡médicos del alma! Pero, por desgracia, casi todos los psicólogos actuales son ateos declarados, o si no lo son, no integran su fe en su práctica profesional, ya sea por miedo, por temor a una falta de profesionalidad, o porque en la sociedad postcristiana actual declararse católico casi se ha convertido en algo de lo que avergonzarse, especialmente entre los profesionales de la salud. Muchos psicólogos italianos creen incluso (erróneamente) que declararse creyente constituye una violación del código deontológico, que en su artículo 4 (Principio de respeto y laicidad) dice "[...] Reconocer las diferencias individuales, de género y culturales, promover la inclusividad, respetar las opiniones y creencias y abstenerse de imponer el propio sistema de valores". Pero "imponer el propio sistema de valores" significa cualquier cosa menos ocultar, o peor aún, negar el propio pensamiento religioso, o evitar proponer (verbo muy distinto de imponer...) con educación, cortesía, absoluto respeto y tolerancia a la diversidad de pensamiento, una "lectura" católica de las diversas cuestiones que se plantean. "Tampoco 'imponer el propio sistema de valores' significa declararse ateo y negar el componente espiritual y trascendente del hombre, limitándose exclusivamente a planteamientos estándar o técnicas bien conocidas por la literatura.
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