PSIC. GABRIELA OSORIO VILLASEÑOR WWW.PSICOTERAPIACATOLICA.COM 11 Nuestro gran enemigo El pecado (un acto consciente y voluntario, que puede ser venial o mortal) es, sin duda, una fuente primaria y causa de considerable sufrimiento: pensemos, por ejemplo, en las familias que se rompen por impulsos sexuales incontrolados que conducen a la traición física entre marido y mujer en un matrimonio. El pecado puede tener consecuencias terribles, no sólo en el plano espiritual, porque daña no sólo nuestra relación con Dios, sino también con nosotros mismos, con los demás y con la sociedad. Nos hace esclavos y viciosos, desviando nuestro intelecto divino de la verdad e impidiéndonos alcanzar la libertad a través de la virtud. Perder la Gracia Santificante significa perder la relación con Dios y no recibir Su fuerza. Quien vive en estado de Gracia ya tiene muchos menos motivos para sufrir. Son tantos los instrumentos divinos que tenemos los católicos que nos ayudan a afrontar los retos difíciles de la vida y a mejorar nuestra estabilidad mental: en primer lugar, los 7 sacramentos (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Reconciliación, Unción de Enfermos, Orden y Matrimonio), instituidos directamente por Cristo, instrumentos directos de gracia, curación y salvación. Tenemos, sin embargo, un gran enemigo que desea nuestra desesperación e infelicidad terrenas, así como la perdición de nuestras almas. él (con "é" deliberadamente minúscula aunque estemos al principio de una frase después de un punto y aparte...) no es una creación de cuento de hadas; es un ser espiritual dotado de una gran pero traicionera inteligencia. Negar su existencia no es ser inmune a sus ataques; de hecho, ésa es su mayor victoria. El demonio actúa de dos maneras. 1. De la manera ordinaria a través de las tentaciones y de nuestros pensamientos; no puede introducir pensamientos provocándolos internamente, porque el uso de la potencia intelectual está sometido y supeditado a la voluntad; el demonio nos incita a pensar y desear el mal a través de la excitación de las pasiones, hurgando en nuestro “Ello” freudiano más profundo para inducirnos a pecar. 2. De forma extraordinaria (siempre bajo permiso divino porque sigue siendo una mera "criatura" del Único Creador), manifestándose en posesiones, trastornos obsesivos compulsivos, psicosis, vejaciones e infestaciones. Muchas de las manifestaciones enumeradas (¡pero ni mucho menos todas!) pueden reducirse fácilmente a meros trastornos psíquicos, tratados farmacológicamente en casa o en hospitales psiquiátricos. Pero hay casos objetivamente inexplicables y bien documentados, con decenas y decenas de testigos incrédulos, atónitos, asustados, conmocionados. Tuve la oportunidad, durante la redacción de este texto, de hablar con un sacerdote exorcista, que me confió que siempre se pone en contacto con un psiquiatra ante una supuesta posesión demoníaca; lo contrario, sin embargo, nunca ha sucedido.
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