Fides et Salus Mentis

PSIC. GABRIELA OSORIO VILLASEÑOR WWW.PSICOTERAPIACATOLICA.COM 9 Los beneficios de la psicoterapia católica La fe es, sin duda, una gran aliada en la estabilidad emocional de las personas, que da sentido trascendente y amoroso a la existencia humana, integridad moral y rectitud, fortaleza ante las experiencias dolorosas de la vida y la esperanza de la alegría sin fin del paraíso. La nuestra es una sociedad postcristiana en la que nuevas formas de idolatría, como el poder, el placer, la belleza física y la apariencia, la posesión y el consumo, han sustituido totalmente a Dios y a los sacramentos. La tendencia al abandono de las prácticas religiosas es innegable... los resultados desastrosos, sin embargo, en términos de salud mental están a la vista de todos. Sin embargo, desde un punto de vista puramente utilitario, tener fe beneficia a todos. Hay varios estudios científicos que demuestran beneficios irrefutables en las personas que creen en Dios. Los que son religiosos llevan una vida más sana, libre de excesos y perversiones que conducen inevitablemente al pecado y la infelicidad; se abren al prójimo con amor, esperanza y optimismo, gratitud y compasión; tienden a rodearse de personas fuertes y relaciones sociales en un contexto más comunitario (por ejemplo, la parroquia); se comprometen en trabajos voluntarios que generan beneficios en cascada (sobre todo en quienes los ofrecen). Sobre todo, son más proclives al perdón, la práctica más sanadora y "revolucionaria" (aunque difícil) que existe. Los creyentes aman intensamente al hombre y a la creación, y saben que son inmensamente amados porque su Dios murió en la cruz por ellos. Se ha demostrado en PNEI (la ciencia de la Inmunología Psico-Neuro Endocrina) que las personas que creen firmemente en Dios tienen un sistema inmunológico más fuerte porque desarrollan la norepinefrina y las endorfinas, enferman menos, viven mejor y más tiempo: un riguroso estudio de la Universidad de Ohio publicado en Social Psychological and Personality Science5 demostró, por ejemplo, que los creyentes viven una media de 5-6 años más que los ateos. Incluso los pacientes terminales se benefician de la fe y de fuertes prácticas introspectivas, como bien ha demostrado también la Psicooncología del Dr. Simonton. El hombre no es una máquina, como sigue creyendo erróneamente la medicina oficial, sino un "espíritu encarnado", y es absurdo pensar que las emociones, la fe en Dios y las actitudes mentales (positivas o negativas) no influyan en el cuerpo físico, en la aparición y remisión de enfermedades; es absurdo pensar que los problemas psíquicos no repercutan inevitablemente en problemas físicos y viceversa. Los índices de suicidio, depresión y ansiedad disminuyen drásticamente entre los creyentes y, en cambio, están muy extendidos entre los ateos. Aunque experimentan intensamente las emociones (como la tristeza y el miedo), los creyentes no son esclavos de ellas. Un verdadero creyente casi nunca estará deprimido porque tiene una gran misión que cumplir que da a su vida (vista como la antesala del paraíso) un propósito más elevado y trascendente. También están en general más acostumbrados al sacrificio y al compromiso, atemperados por prácticas como el ayuno, el rezo del rosario, las novenas, la vida sacramental, las peregrinaciones extenuantes y las consagraciones (como la de San Luis María Grignion de Montfort a Jesús por María), que fortifican el cuerpo, el espíritu y la voluntad.

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