PSIC. GABRIELA OSORIO VILLASEÑOR WWW.PSICOTERAPIACATOLICA.COM 7 Psicoterapia católica En mi experiencia personal y laboral me he encontrado con muchísimos profesionales de diferentes escuelas terapéuticas. En muchos de ellos era evidente la escasa vocación profesional y el interés puramente económico por las consultas; casi todos sostenían, además, que la fe no debía interferir lo más mínimo en su ejercicio profesional. Sin duda, Juan Pablo II no estaría de acuerdo... en su encíclica Fides et Ratio escribió: "La fe y la razón son como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad". Yo, Gabriela Osorio, por mi parte, también a raíz de acontecimientos familiares bastante traumáticos que me han cambiado profundamente, sentí muy fuerte en mi interior la necesidad de unir mi profesión y mi pensamiento, integrando mi verdadera e innegociable fe católica a mis técnicas de psicoterapia. La aventura comenzó con el nacimiento de mi página web www.psicoterapiacatolica.com, descubriendo más tarde que hay muchos psicólogos y asociaciones en todo el mundo que siguen esta línea y ayudan a los pacientes con sus herramientas psicológicas "científicamente inexactas". En mi muy humilde opinión, el punto de partida de cualquier forma de terapia psicológica debería ser una frase de San Agustín que se encuentra en su obra magna "Las Confesiones": "Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". El hombre posee un deseo intrínseco de bondad y felicidad, que nunca podrá satisfacer plenamente sin Dios. Los psicólogos católicos no podemos pensar en limitar nuestra intervención exclusivamente a las técnicas de exploración del inconsciente (Freud) y de los mecanismos de defensa (Anna Freud), al análisis del tipo de apego (Bowlby), a la modificación de los pensamientos para cambiar las emociones (Albert Ellis), a la búsqueda de estímulos para inducir o condicionar la conducta deseada (John Watson y otros conductistas), al análisis existencial (Viktor Frankl), o a diversas técnicas de resolución de problemas o de motivación. Tampoco podemos pensar que el objetivo principal y último de nuestro trabajo sea el mero beneficio personal (desde nuestro punto de vista), y sólo la autorrealización de la persona, el cumplimiento de sus metas y sueños como planteaba Abraham Maslow en su famosa pirámide de necesidades (desde el punto de vista del paciente). Por supuesto, eso también... ¡pero no sólo eso! Cualquier forma de terapia que busque el bienestar mental y la felicidad de los pacientes no puede estar en conflicto ni con el objetivo último del hombre, es decir, su Vida Eterna, ni con el Designio Divino que nuestro "Jefe" ha diseñado para nosotros. El psicólogo católico debe ayudar a las personas a descubrir no sólo " ¿quién soy?" o "¿quién quiero ser?", sino sobre todo "¿quién estoy llamado a ser?", una pregunta mucho más profunda y compleja que sólo puede responderse en el descubrimiento de la propia vocación, vista como una llamada divina. Esto no significa, por supuesto, que las sesiones terapéuticas deban convertirse en catequesis, pero sería una grave omisión no proponer a la gente (repito, proponer, no imponer como está escrito en el código deontológico) a Jesu Cristo y a la Virgen María como modelos perfectos de lo que en el psicoanálisis freudiano se conoce como el "ideal del yo".
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